sábado, 22 de octubre de 2011

Escena Circular




Plano 1
: Él atraviesa el cuarto con notorio nerviosismo, evidenciado por el constante frotar de manos y el sudor de su camisa.

Plano 2: Ella sentada en el sillón, refuerza su taconeo impaciente, mientras restriega por sus rodillas sus manos húmedas.

Plano 3
: Adrián abre la boca y ensaya un discurso. No sólo quiere estar seguro de que sea convincente para su interlocutora, tiene que serlo también para sí mismo.

Plano 4: Miranda se levanta del sillón, va hasta la cocina y pone la pava. Una tisana para calmar los nervios.

Plano 5: El chicle asciende y desciende por la mandíbula del hombre. De repente toma el celular con fuerza y busca un nombre en la agenda, aprieta el botón de marcado, espera, mientras se sienta en el sillón.

Plano 6: Su celular suena, ella apaga la hornalla y se apresura a atender. Mira el nombre en la pantalla, y aprieta el botón para contestar. Escucha atentamente, caminando con nerviosismo por el cuarto. Sin dejar de caminar, corta el teléfono, saca un chicle de su bolsillo y se pone a mascar.

Plano 7
: Luego de escuchar la respuesta, él corta, se levanta y va hasta la cocina y pone a calentar el agua para los mates. De repente su celular suena anunciando una nueva llamada.

lunes, 10 de octubre de 2011

Muñequitas - Version 1


Montaje sobre foto de ilustración y texto.
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viernes, 8 de julio de 2011

Madrugada


La cruda luz le atesto directo a los ojos hiriéndole la retina.
El sol había amanecido furibundo, y se ensañaba contra ella, quien tambaleante, trataba de acertar el paso a paso sin trastabillar.
La noche anterior se sucedía en su cabeza embotada, como el crudo de una película en la cual las escenas no poseen ni coherencia temporal, ni argumental.
Un tibio pero repugnante líquido le subía y le bajaba por la garganta, y el resto de conciencia que parpadeaba dentro de su cerebro hacia un esfuerzo titánico por contenerlo y no volcarlo en el vestido, que hedía a desodorante gastado, sudor y alcohol derramado.
Traspasar las llaves por el agujero de la cerradura, era casi tan imposible como trasvasar el ojo de una aguja con un hilo demasiado grueso, y el triunfo en aquella pelea desgastó sus últimas reservas de energía.
El último esfuerzo se lo dedico a derramar ese líquido que le aprisionaba la garganta sobre el suelo, y cerrar los ojos.
Los analgésicos, el café y el dolor de estómago y de cabeza quedarían para más tarde.

viernes, 11 de marzo de 2011

De su llegada y sus problemas


-Buenos días.

-Buenos días, doctor.

-Cuénteme, su problema…

-Es… que no sé por donde empezar.

-Por el comienzo, respire hondo, 1,2,3…y empiece.

-Bueno, mis problemas empezaron aquella mañana en la que ella apareció, en realidad hacia un par de meses que ella ya estaba en mi vida, pero esa mañana se hizo evidente todo, ella había llegado para quedarse y esa idea se me hizo insoportable, sabia que tenia que tomar medidas para que se fuera y que no iba a ser fácil, pero jamás pensé llegar a los extremos a los que llegué, pero ya ve, por eso es que vine a verlo, a ver si entre los dos arribamos a una solución

- Bueno, bueno, a ver, cuénteme que hizo hasta ahora.

-Al principio trate de ignorar, de decirme que esto era lo normal, que llegada una determinada edad esto es inevitable y que lo que se debe hacer es conformarse y tratar de que las cosas no empeoren, pero no hubo caso, mi sentimiento profundo era que desapareciera, que saliera de mi vida, que todo volviera a ser como antes, por eso ante tan determinante certeza, decidí tomar medidas. Lo primero que hice fue ejercitarme, con mucha paciencia y a conciencia me tome el trabajo de todos los días y a partir de pequeños…. ¿cómo le explico?.... signos… le hice ver que iba a deshacerme de ella. Pero ni se inmutó, continuó ahí tan impávida como siempre y fue ahí donde entré a desesperarme. Acudí a todos los métodos conocidos y desconocidos, fui a grupos de autoayuda, visité a toda persona que prometía tener solución a mi problema. Hasta pensé en la trágica posibilidad de pasar al cuchillo… Fue entonces cuando me comentaron sobre usted, que ya había ayudado a varios y que sus métodos eran efectivos y definitivos, por favor sea sincero y dígame ¿esto tiene arreglo?

-Primero déjeme decirle Marita, que lo suyo no es tan grave, que lo que usted tiene es un trastorno obsesivo, y que eso lo iremos tratando sesión a sesión, en cuanto a ella, haremos un dieta estricta y una serie de ejercicios y yo le garantizo que para fin de año, usted volverá a ser la de antes y no tendrá que preocuparse mas por su silueta.

martes, 1 de marzo de 2011

La Despedida


Su olor aún seguía pegado a la almohada.
Cuando lo vio salir esa mañana por la puerta supo que ya nunca más regresaría.
Ya no podía retenerlo a su lado. Ella que le había dado los mejores años de su vida, estaba derrotada, esta vez no hubo excusas para retenerlo.
Lo había intentado todo, hacerse pasar por enferma, generarle culpas, y otras triquiñuelas algo siniestras, pero si bien por más de veinticinco años le dio resultado, esta vez no lo convenció, y tuvo que resignarse a sufrir la pérdida más grande de su vida.
Y todo porque, por esa perra que se le cruzo en el camino, maldecia la mañana en que se la cruzó, al principio penso que era una buena mujer, que sus intenciones eran estrictamente profesionales, que solo lo iba a ayudar con su trabajo. Hasta pensó en ser su amiga, cuantas veces la invito a cenar, seguro que ya pasaba algo, y los dos se reían a sus espaldas. Y lo peor es que no podía culparla, el era irresistible para las mujeres, quizás ella merecería que la perdonara. Pero no, la muy cualquiera le robo a su bebe, a ese ser al que le dio vida, se llevo a su hijito querido, eso no tenía perdón, ninguna madre perdona eso jamás.

lunes, 10 de enero de 2011

La Morocha



A esa noche de febrero sólo le faltaba llover.
El cielo se cubría de densas nubes negras y el aire se cortaba con gillette.
Adentro el humo llenaba el lugar de brumas y el sudor se podía respirar.
Los bailarines, se colgaban unos de otros como pesados muñecos de trapo, al candente ritmo del 2 por 4.
Frisco los miraba, sin prestarle atención, como si estar en ese lugar no tuviera mucha importancia, como si se hubiera depositado en una silla porque no tenía nada mejor que hacer.
En un momento algo le llamó la atención, en la pista una linda mujer, había hecho su aparición.
Su sensual cabellera negra flotaba de manera hipnótica, y la candencia de su cuerpo fijaba las miradas de todos en sus redondos glúteos y su rosado pecho.
Frisco apuro el vaso, agitó la muñeca del reloj de oro y se paró, no le hubiera gustado perderse a la única mina que valía la pena en el lugar.
Fue hasta la pista con paso seguro y arrojo violentamente al borracho que sostenía a la Morocha, la tomó por la cintura y la guío lenta, pero firmemente por la pista.
Todos los demás volvieron a tratar de agarrar los restos que quedaban, si ese hombre había puesto las manos en esa mujer ya no había nada que hacerle.
Después de unas copas y compases, huyeron antes de la media noche, con sabor a vino fino en la boca, y con lento bambolear de etílico se subieron al auto.
Como es natural al llegar a la casa de la Morocha (ella había insistido sobre el particular), se tomaron un champán que a Frisco le sabió un poco amargo, pero que mas daba, en ese momento solo le interesaba llevársela a la cama, cosa que logro unos minutos mas tarde.
Un rayo de sol le hirió al hombre sus ojos cerrados, lánguidamente los abrió y un poco aturdido consulto su reloj, eran más de las doce.
Perezosamente observo el cuarto, palpando el amargor que se empecinaba en apoderarse de su boca.
Había un desorden que el no recordaba en todo el cuarto y un rojo sangre inundaba la cama, y un gran manchón bermellón coronaba el respaldar.
Un ruido sordo y seco llegaba desde todo la casa, y de pronto se vio invadido en el cuarto por uniformes azules y pistolas negras apuntándolo.
Entre su adormecimiento, horror y estupefacción lo arrastraron semidesnudo hasta el living, donde le preguntaron cosas como ¿Quién era la mujer?, ¿Por qué disparo?, ¿Qué había hecho con el cuerpo?, cosas a las que Frisco era incapaz de responder, no tenia la menor idea de que le estaban hablando, sólo recordaba los vagos rasgos de la Morocha y su cuerpo caliente meciéndose bajo él.
Como habría de esperarse, luego de un exhaustivo interrogatorio que incluyó gritos y un par de golpes correctivos, lo metieron en un patrullero, y con la mirada resignada se apoyó en el vidrio a observar a los curiosos vecinos que se agolpaban en torno a él, agradeciendo el espectáculo gratis que les daría tema de hablar a la noche con su familia, cuando vieran la noticia en el noticiero vespertino.
De pronto y casi imperceptiblemente vio entre el gentío a la Morocha que le sonría, para darse media vuelta y perderse bajo el pesado sol.
Con desesperación empezó a gritar, a llamarla, a decirle a los canas que la buscaran, que ahí estaba, que ahí se iba.
Lo único que recibió fue una bofetada y un cállate, que ya hiciste bastante, deja a la mina que descanse en paz.
Entonces se calló, comprendió que todo había sido una trampa, ¿Quién?, ¿Cómo? y ¿Por qué?, jamás lo sabría y aunque lo intuía, fueron demasiados los años que se comió en la cárcel, como para que al salir, le dieran ganas de vengarse.

martes, 4 de enero de 2011

Ropa suelta


La ropa flotando en el balcón, sin un cuerpo que la moldee, me parece tan solitaria.
Están ahí, a merced del viento que la mueve, esperando que alguien las llene, les de vida.
Yo las miro en su deambular hipnótico, colgadas de una soga que aparece invisible a mis ojos y así pasan los minutos, sin que nadie venga a rescatarlas para de seguro encerrarlas en un cajón donde esperaran pacientemente la salida matinal.